El futuro puede construirse con una base de sostenibilidad. Así lo ha demostrado la crisis sanitaria de la covid-19. Se ha visto cómo algunas empresas y fábricas han modificado sus cadenas de producción para generar respiradores, soluciones hidroalcohólicas o pantallas protectoras.
Así pues, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió que, del listado de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) planteados en la Agenda 2030, el 12º estuviera dedicado a la producción y el consumo responsable.
Se trata de un objetivo que implica tanto a productores como a consumidores, por lo que ambas partes deben asumir el papel que les corresponde para alcanzar esta meta.
Bajo el lema de «hacer más y mejor con menos», este objetivo pretende desvincular el crecimiento económico de la degradación ambiental, así como aumentar la eficiencia de recursos y promover estilos de vida sostenibles. Asimismo, el consumo y la producción sostenibles también pueden contribuir de manera significativa a la mitigación de la pobreza y a la transición hacia economías verdes y con bajas emisiones de carbono.
Cada acción cuenta
Las acciones de cada persona tienen repercusiones ambientales y pueden ayudar a alcanzar este objetivo. Durante la situación de emergencia sanitaria, se produjo un aumento del consumo en el sector alimenticio que, en algunos casos, se llevó a cabo de forma desproporcionada. Cuanto mayor sea el consumo, mayor será la cantidad de residuos que se generen.
Así pues, Naciones Unidas explica que, a nivel individual, existen dos formas principales de contribuir. La primera es reducir los desechos. Esto se puede conseguir a través de varias vías, como asegurarse de no desperdiciar alimentos o reducir el consumo, especialmente de plástico, pues constituye uno de los principales contaminantes del océano.
La segunda forma se basa en una actuación responsable a la hora de comprar y optar, siempre que sea posible, por productos que certifiquen su sostenibilidad. Por ejemplo, la industria textil es hoy el segundo mayor contaminador de agua potable después de la agricultura, según la ONU.
Por ello, es importante certificar que el proceso de producción que siguen las empresas es responsable con el medio ambiente y realizar compras a proveedores sostenibles.
Por otro lado, las empresas deben apostar por una filosofía ética de producción en la que el respeto hacia el medio ambiente sea un elemento primordial de las políticas industriales. Para este fin, Naciones Unidas propone a los productores analizar los efectos ambientales y sociales de sus productos y servicios y tratar de minimizar al máximo su impacto ambiental. Asimismo, anima a las empresas a utilizar su poder innovador para diseñar soluciones que puedan inspirar y motivar a las personas a llevar estilos de vida más sostenibles.
No hay planeta B
La necesidad de aplicar un modelo industrial responsable está más presente que nunca. Según datos de la ONU, se estima que cada año un tercio de toda la comida producida mundialmente, equivalente a 1.300 millones de toneladas, acaba desperdiciado en contenedores de basura.
Por otro lado, si la población mundial alcanza los 9.600 millones de personas en 2050, se podría necesitar el equivalente a casi tres planetas para proporcionar los recursos naturales necesarios para mantener los estilos de vida actuales.
El futuro se encamina hacia un modelo industrial en el que la producción y el consumo se lleven a cabo de manera concienciada y responsable con el entorno. Por ello, el 25 de septiembre de 2015 los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Cada uno de los 17 objetivos tiene metas específicas que deben alcanzarse en los próximos nueve años.
Fuente: https://www.levante-emv.com/