No dejemos que el lenguaje común de los ODS se diluya en medio de normativas técnicas, temores reputacionales o disputas ideológicas. Porque sin relato, no hay transformación visible. Y sin visibilidad, no hay rendición de cuentas posible. Cuando en 2015 Naciones Unidas aprobó la Agenda 2030, el mundo firmó uno de los compromisos más ambiciosos de la historia reciente: erradicar la pobreza, reducir las desigualdades, proteger el planeta y construir sociedades pacíficas y prósperas antes del año 2030. Este pacto global se articuló en torno a 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), un conjunto de metas universales e interconectadas que requerían la acción conjunta de gobiernos, sociedad civil, instituciones y, de forma destacada, el sector empresarial. Por primera vez, el mundo corporativo no era simplemente un aliado complementario, sino un actor clave e interpelado directamente. Las empresas fueron llamadas a integrar en su núcleo estratégico valores como la sostenibilidad, la
…