Las prostitutas, sin techo ni comida: “Hasta los clientes nos regatean”

En marzo, durante el confinamiento, Concha Borrel decidió darse de alta en portales eróticos para poder seguir llenando la nevera después de que la pandemia y el confinamiento paralizasen, de golpe, todos sus ingresos como prostituta. Ahora, su trabajo es estrictamente ‘online’: atiende a los hombres a través de una pantalla. “Desde entonces, mi clientela ha cambiado completamente, porque la mayoría de mis clientes habituales tienen hijos o nietos y no pueden conectarse. Vivo con lo justo porque no quiero tener contacto físico, pero soy una privilegiada porque al menos tengo esa vía”, cuenta esta trabajadora sexual de Barcelona y portavoz del sindicato no oficial Otras. “Muchas compañeras ahora mismo no tienen ni para comer, mucho menos para pagar internet”.

El confinamiento dejó desamparadas de la noche a la mañana a miles de mujeres prostitutas. Primero, fueron expulsadas de los clubes en los que trabajaban (y vivían) al ser clausurados. Ahora, no pueden ni ejercer en la calle porque su horario lo marcan los toques de queda. “Salen a las seis de la mañana hasta las nueve, cuando ya hay demasiada gente. Pero esto no contabiliza desde que llegas: muchas veces se van a casa sin nada. Igual hacen 50 euros a la semana, no tienen para vivir”, cuenta Sabrina, otra compañera del sindicato que lleva desde marzo recogiendo comida para repartirlo entre las compañeras. Ella misma ha pasado de tres clientes diarios a solo uno y a través de internet. Salen a las seis de la mañana hasta las 9, cuando ya hay demasiada gente. Pero esto no contabiliza desde que llegas: a veces se van a casa sin nada El perfil de mujer prostituida es uno de los que más se repiten últimamente en los bancos y despensas de alimentos, según detectan estas organizaciones. Su actividad se cortó de golpe por las restricciones y el miedo al contagio, pero, además, tienen más complicado acceder a los recursos asistenciales por la naturaleza de su actividad, que no contempla ERTE ni paro. Un ejemplo: la mayoría no puede acceder al ingreso mínimo vital porque son inmigrantes sin papeles o no tienen un año cotizado, requisitos indispensables para acceder a la ayuda. “Hay compañeras viviendo en habitaciones con otras hasta que esto pase. Las que peor están son las más mayores, porque a partir de los 40 años, o en algunos casos a los 30, los clubes ya no te cogen. Y en la calle no pueden estar porque las multan”, cuenta Vera, otra trabajadora sexual de Murcia. En agosto, la ministra de Igualdad, Irene Montero, pidió a las comunidades autónomas que cerrasen los locales de alterne. Castilla-La Mancha y Cataluña lo hicieron, pero otras regiones como Madrid o Andalucía alegaron que su actividad no está regulada como impedimento para perseguirla. Ahora, las limitaciones a la hostelería y locales de ocio nocturno son las que marcan su funcionamiento en cada región. “Con el cierre, muchas chicas rumanas se fueron porque al ser europeas lo tenían más fácil. Las latinas, sin embargo, se han ido ayudando entre ellas, compartiendo espacios. Hemos ido muy así, viendo caso a caso qué podíamos hacer y solucionándolo entre nosotras”, señala Concha. Durante el confinamiento, repartieron puerta a puerta los alimentos a las que más lo necesitaban, pero desde abril la demanda se ha duplicado, y ya van por su tercera caja de resistencia para recaudar más fondos para trabajadoras sexuales de todo el país. En Madrid, han llevado a cabo esta semana el primer reparto desde junio, ante el aumento de las compañeras que se han quedado sin nada. Esperan a unas 80, aunque calculan que el boca a boca traerá muchas más en los próximos días. “El problema aquí es que han venido muchas de otras regiones. Si cerraban los burdeles en Extremadura, se venían a Madrid pensando que aquí habría más opciones, pero la realidad es que no hay”, explica Belén, la coordinadora de Madrid.

Desde Médicos del Mundo, confirman que nunca habían visto este volumen de peticiones de recursos de primera necesidad en este perfil. Necesitan comida, alojamiento y hasta tarjetas de teléfono. “El nivel de vulnerabilidad es brutal: prostituidores que no descansaron ni en pleno confinamiento, otros que se negaron a confesar con qué mujeres habían estado para no desvelar su secreto, a pesar de que eso impedía el rastreo de contactos. Y también hombres que presionaron para tener sexo sin protección o a menor precio porque sabían que ellas necesitaban cualquier ingreso para alimentar a sus familias”, explican desde la ONG. “Nunca las habíamos visto en una situación tan precaria”. Según denuncian, “prácticamente ninguna” de las mujeres que asisten ha conseguido acceder al IMV, la herramienta estrella del Gobierno para paliar los efectos económicos de la pandemia. Aunque la prestación sí reconoce como potenciales beneficiarias a las víctimas de trata y explotación sexual, en la práctica las comunidades no lo están cumpliendo, según denuncia Médicos del Mundo. “Esta epidemia, si no nos ayudan, va a seguir, porque yo entro con un cliente y no sé si tiene covid”, cuenta una mujer prostituida en una campaña de la organización. “Y si me lo pegan, lo voy a pasar a otro, y a mi compañera, y en el supermercado… Pero si tengo una ayuda económica, no voy a buscar enfermedades en la calle”.

Apartahoteles para víctimas de trata

En Mallorca e Ibiza, la demanda de prostitución está muy ligada al turismo, prácticamente inexistente este año. Por eso, el Gobierno de las islas ha tenido que alojar en apartahoteles gestionados por Médicos del Mundo a las prostitutas que echaron de la noche a la mañana del burdel donde ejercían y vivían. “Son mujeres que viven al día y al no poder pagar la cuota diaria de su habitación, se vieron en la calle. Otras ya vivían al límite y han venido ahora al complicarse todavía más su situación con el covid”, explica Belén Matesanz, coordinadora balear de la organización. Muchas mujeres dejaron de ejercer por miedo al contagio, “pero también están las que se han visto en la obligación de seguir ejerciendo porque los proxenetas las mandaban en taxi a hacer servicios durante el confinamiento”, apunta Matesanz. La ayuda que ofrecen también incluye atención psicológica: “Con todo esto, muchas están reviviendo situaciones pasadas de encierro, en condiciones de trata. Y también se suma un miedo atroz a tener que ejercer sin poder usar mascarillas, con gente que no conocen y sin distancia, claro”. En el caso de las migrantes, también influye el estrés de la situación familiar en sus lugares de origen, igualmente golpeados por la pandemia que asola todo el mundo. “Se sienten culpables de no poder dar apoyo”, añade Matesanz. En Mallorca, ya han atendido a más de 30 mujeres que ejercían la prostitución a través de los apartahoteles y planes de reinserción laboral. En el caso de Ibiza, la asistencia alimentaria la están llevando a cabo con una cooperativa de restauradores y agrícolas locales que han facilitado alimentos y tiques para personas en riesgo de exclusión social. Llevan 42 familias atendidas, la mayoría, mujeres prostituidas. En Médicos del Mundo, nunca han visto una demanda tan grande de mujeres prostituidas Si en el mercado laboral la crisis trae de la mano una mayor precariedad, lo mismo ocurre en la prostitución, que ve estos días cómo el regateo y los abusos se multiplican. “Los clientes se han vuelto peores con la crisis, porque saben de la vulnerabilidad y desesperación que tenemos ahora mismo. Y eso da igual en clubes, polígonos o por cuenta propia. La tendencia es que si antes eran 150 euros, ahora te digan que 100 porque ‘lo están pasando mal’. Pero a nosotras nadie nos rebaja el alquiler, ni la comida”, explica Concha, que señala también la dificultad que están encontrando para continuar ejerciendo a través de internet por fenómenos como Only Fans. “Nos está reventando, ahora está de moda y hay mucha competencia de niñatas que venden sus fotos por dos euros”, dice indignada. Desde Otras, han optado por la autogestión para hacer frente a las demandas de alimentos, poniendose en contacto con cooperativas agrarias y otras asociaciones. Desconfían de los bancos de alimentos porque dicen que “detrás están los Servicios Sociales” y que algunas compañeras han visto iniciados procedimientos de custodia familiar o repatriación después de dar sus datos para pedir ayuda. “Preferimos ayudarnos unas a otras, porque si no nadie va a pensar en nosotras”, denuncian. “Se han tomado medidas sanitarias e higiénicas que son comprensibles, como el cierre de los clubes”, defiende Concha. “El problema es que no nos han dado ninguna alternativa, no pueden cerrarse los burdeles y ya está. Tanto que Irene Montero se preocupa por nosotras… Le pedimos una reunión urgente en marzo y todavía estamos esperando. No pueden hacerse políticas con las tripas y luego olvidarse del colectivo”.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/

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marzo, 2024

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