Cultura: ¿cuál es su papel en la consecución de la Agenda 2030?

La sostenibilidad ha sido entendida tradicionalmente como un modelo de gestión de los recursos ambientales, sociales y económicos de manera que no comprometan a las generaciones futuras. Muchos expertos consideran la cultura como el cuarto pilar del desarrollo

El pasado mes de mayo, el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 nos sorprendía con la inclusión, por primera vez en España, de la cultura y su aportación al desarrollo sostenible en el Informe de Progreso y Estrategia de Desarrollo Sostenible 2030, un documento que aborda una serie de políticas y retos a nivel nacional con el fin de plantear una estrategia que nos dirija hacia ese desarrollo sostenible.

Cabe destacar que la cultura sigue quedándose fuera del marco de acción planteado por la mencionada Agenda 2030, reconocida por toda la sociedad como una hoja de ruta a nivel global. Ha supuesto un antes y un después en lo referente al desarrollo sostenible, pero sus objetivos ponen en el centro el triple impacto económico, social y ambiental, sin centrarse en la aportación cultural.

Sobre la base de todo esto, su papel puede considerarse como un motor que contribuye directamente a la obtención de beneficios económicos y sociales, y también como un vector que mejora la eficacia de las intervenciones de desarrollo. Sin embargo, a través del enfoque sesgado que muestra la Agenda 2030, se produce una pérdida de reconocimiento y una reducción de su visibilidad como medio imprescindible para el camino hacia el desarrollo sostenible global.

A lo largo de la historia, hemos visto cómo la cultura ha tenido la capacidad de aportar valor a través de cambios sociales transformadores que han conseguido promover valores, creencias, creatividad, innovación y participación

De hecho, a lo largo de la historia, hemos visto cómo la cultura ha tenido la capacidad de aportar valor a través de cambios sociales transformadores que han conseguido promover valores, creencias, creatividad, innovación y participación. En definitiva, ha contribuido en un evidente desarrollo de la humanidad mediante la creación de tejido cultural local y la promoción de alianzas entre comunidades, y todo este valor no puede quedarse fuera de las direcciones marcadas por los ODS.

Son varias las entidades que trabajan y colaboran para mejorar la visibilidad de su papel. En los informes Hacia una cultura sostenible, publicado por la Red Española de Desarrollo Sostenible (REDS) en 2021 y La cultura en los objetivos de desarrollo sostenible: guía práctica para la acción local, publicado por Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) en 2018, se resalta la necesidad de poner este tema sobre la mesa y valorarla como fuente de bienestar, riqueza y mejoras sociales imprescindible para dirigirse hacia el desarrollo sostenible.

Por su parte, la sostenibilidad ha sido entendida tradicionalmente como un modelo de gestión de los recursos ambientales, sociales y económicos de manera que no comprometan ni pongan en riesgo a las generaciones futuras y ya son muchos los expertos en sostenibilidad los que consideran la cultura como el cuarto pilar del desarrollo sostenible.

La UNESCO, por ejemplo, ha protagonizado un importante papel a la hora de integrarla en las discusiones sobre desarrollo sostenible; Artículos como Post 2015 dialogues on culture and Development o The Global Report on Culture for Sustainable Urban Development han conseguido poner en el punto de mira su papel y el de las industrias culturales para el desarrollo sostenible.

Tal y como se refleja en algunos de los informes recién mencionados, cada vez son más los países que ven en la acción cultural una herramienta con gran capacidad de cambio y desarrollo por favorecer la erradicación de la pobreza, generar y fomentar espacios abiertos a la igualdad de género y la inclusión de personas en riesgo de exclusión o colectivos desfavorecidos, o por ser capaz de impulsar un crecimiento económico desde una mirada menos convencional, a través del impulso a industrias innovadoras.

En definitiva, a pesar de que la Agenda 2030 no dedica un objetivo exclusivamente a la cultura, es importante poner en valor cómo la comunidad internacional ha incorporado numerosas menciones a la misma, así como a la innovación, el patrimonio cultural o a las industrias culturales y creativas en numerosas metas de distintos objetivos. De hecho, la Resolución aprobada por la Asamblea General el 25 de septiembre de 2015 Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible ya reconocía la importancia de lo cultural.

De la misma manera, el British Council, a través de su publicación The Missing Pillar, Cultures Contribution to the UN Sustainable Development Goals, hace un estudio pormenorizado de las 169 metas que integran los 17 ODS y analiza las contribuciones culturales que existen en la Agenda 2030 consiguiendo visibilizar la importancia de esta en los ODS de una manera amplia y transversal.

Es un largo camino el que todavía queda por recorrer, pero, afortunadamente, vemos como ya son muchas las ideas que empiezan a tener en cuenta el verdadero papel de la cultura y su potencial económico, así como a poner en valor la forma de conexión y expresión de nuestra diversidad territorial, lenguas y características regionales que supone.

Agenda

marzo, 2024

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