En un artículo anterior comentaba que lo que requerían los ODS a las organizaciones, es decencia; y la decencia significaba previsión, claridad y una buena definición de contenidos, objetivos y compromisos. Algo parecido a lo que siempre se dice defender en la gestión de cualquier intangible. Sin embargo, esta cuestión -que normalmente tampoco se cumple-, solo es el principio de un complejo camino en la gestión de intangibles que abre la Agenda 2030. Cuando una empresa es decente se definen posibilidades y compromisos que ya han supuesto para las grandes multinacionales más de veinte años de ensayos e investigación. En el fondo, este proceso es de una enorme complejidad, pero su dificultad no sólo consiste en una cuestión de palabras sino de hechos en origen y resultados, que la Agenda 2030 ha multiplicado en diversas dificultades y metas. Por todo ello, hay que empezar a hablar de principios y fundamentos.
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