Terminaba hace pocos días la 77ª Asamblea General de Naciones Unidas, momento propicio para hacer balance del estado en el que se encuentra el cumplimiento de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Como ya se ha indicado, los ODS tienen la virtud de ensanchar y profundizar la agenda previa, de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), vigente entre 2000 y 2015. Los ODM, más manejables (y, por tanto, alcanzables) pecaron, sin embargo, de simplistas, circunscribiendo el desarrollo a unas pocas necesidades sociales básicas (reducción de la pobreza extrema o el hambre, acceso a educación o sanidad), como si lo social pudiera darse exento y desconectado del sistema político, económico o medioambiental en el que ocurre. Los ODS trataron de dar respuesta a esas carencias y, con ello, se complicaron hasta conformarse en 17 objetivos (algunos sobre resultados, otros sobre políticas para alcanzar esos resultados) y
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