Las meretrices, cada vez más jóvenes y de origen español, siguen diciendo adiós a la calle en Málaga y casi a los clubes de alterne para mudarse a casas clandestinas, donde el seguimiento policial es más complicado. Allí, los proxenetas, y también los clientes, están endureciendo sus exigencias: ahora algunas son obligadas incluso a costearse un tratamiento de insulina para adelgazar, además de a drogarse si el cliente se lo pide. Son algunas de las condiciones impuestas por las redes de trata. Málaga Hoy realiza una radiografía del fenómeno en la capital de la mano de entidades sociales y policías. Todos ellos coinciden en destacar que, si bien la oferta de servicios sexuales en pisos de tapadillo lleva siendo, desde hace años, una realidad, ahora se ha afianzado. Y el éxito, para los que hacen caja con el oficio más viejo del mundo, está garantizado. Entre las angostas paredes de
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