Los vencejos ya están aquí, en Toledo, sobrevolando la ciudad con sus gritos agudos y su bailes ágiles y alocados, entre las murallas del Casco Histórico y planeando por el cielo del resto de los barrios. Nos anuncian el calor, los días eternos de verano y forman parte del paisaje toledano. Cada primavera tras un largo viaje desde África, donde pasan el invierno sin posarse apenas, llegan a España y se quedan hasta principios de agosto. Aquí construyen sus nidos en pequeñas grietas y oquedades a elevadas alturas de edificios. Este vencejo común, cuyo nombre científico es Apus apus pasa casi toda su vida en el aire y solo se posa para criar. Sin embargo, su peculiar morfología -patas muy cortas y poco funcionales para caminar- les impide levantar el vuelo si caen al suelo y, por eso, «cada año, decenas de polluelos caen prematuramente de sus nidos y quedan
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