A sus 48 años, Vanessa Borrego supone uno de tantos ejemplos de una sociedad comprometida con el bien común y el bienestar de los demás. Con dos hijos, una carrera profesional como responsable financiera de un grupo de empresas y una pasión por el flamenco y el deporte, Vanessa podría fácilmente sentirse abrumada por las demandas de la vida cotidiana. Sin embargo, encuentra tiempo para ser voluntaria en la residencia de ancianos de San Juan de Dios, en Sevilla. Su motivación para el voluntariado es clara y sencilla: «Me hice voluntaria porque me gusta ayudar, sentirme útil y dar de mí a quien lo necesita», confiesa. Esta vocación la ha llevado a dedicar parte de su tiempo libre a compartir momentos con los residentes de la tercera edad, ofreciéndoles compañía, alegría y afecto. A lo largo de los años, Vanessa ha inculcado esta misma pasión por el servicio a los
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