En muchas conversaciones sobre la violencia de género, el foco suele estar puesto en las agresiones físicas o psicológicas. Sin embargo, existe una forma de violencia silenciosa, muchas veces invisible, que mantiene a miles de mujeres atrapadas en relaciones abusivas: la violencia económica.
Esta modalidad de violencia se manifiesta en el control absoluto de los recursos financieros por parte de la pareja, la prohibición de trabajar, la manipulación de bienes o incluso el endeudamiento forzoso. Según datos de organismos internacionales como ONU Mujeres, la violencia económica es una de las principales razones por las que muchas mujeres no pueden abandonar una relación violenta.
“No tenía acceso a una cuenta bancaria, ni sabía cuánto dinero entraba en casa”, relata Paula, una mujer que logró salir de una relación abusiva después de diez años. “Cada vez que pedía algo para mis hijos, era una discusión. Dependía absolutamente de él”.
Este tipo de violencia no solo limita la autonomía de la mujer, sino que refuerza la dependencia, perpetuando un ciclo del que resulta muy difícil salir. La falta de ingresos propios, la ausencia de red de apoyo y el miedo a quedarse en la calle con sus hijos son barreras reales que enfrentan miles de mujeres.
El microcrédito: una herramienta de liberación de la violencia económica
Afortunadamente, en los últimos años han surgido diversas iniciativas enfocadas en romper este círculo a través del empoderamiento económico. Uno de los instrumentos más poderosos en este sentido ha sido el microcrédito: préstamos de pequeña escala dirigidos a personas en situación de vulnerabilidad que desean iniciar o fortalecer un emprendimiento.
Organizaciones como Fundación Microfinanzas BBVA, Creas, y programas municipales en ciudades como Madrid, Bogotá o Buenos Aires ofrecen líneas de microcréditos especialmente diseñadas para mujeres sobrevivientes de violencia de género. Estos créditos suelen ir acompañados de formación y mentoría, lo que incrementa notablemente las posibilidades de éxito de los emprendimientos.
Mariela, beneficiaria de uno de estos programas en Medellín, cuenta cómo un préstamo de 800 mil pesos le permitió comenzar su negocio de repostería. “Fue un antes y un después. No solo gané independencia, sino que también recuperé la confianza en mí misma”.
Ayudas al alquiler que otorgan un techo seguro para empezar de nuevo
Otra de las barreras fundamentales para que una mujer pueda dejar una relación machista y con violencia económica es la vivienda. Salir del hogar puede significar quedarse sin un lugar donde vivir, especialmente si hay hijos a cargo. En respuesta a esta necesidad, muchos gobiernos locales y ONGs ofrecen ayudas al alquiler y viviendas de transición.
Por ejemplo, en España el Ministerio de Igualdad ha impulsado programas de acceso prioritario a vivienda protegida para mujeres víctimas de violencia de género. Estas ayudas pueden cubrir hasta el 100 % del alquiler durante los primeros meses, y permitir que la mujer comience de nuevo en un entorno seguro.
En países como Chile o Argentina, los programas “Vivienda Digna” y “Acompañar” brindan tanto subsidios habitacionales como acompañamiento psicosocial.
Becas de formación, sinónimo de invertir en el futuro
La educación y la capacitación laboral son otras piezas clave en el camino hacia la independencia económica. Diversas instituciones ofrecen becas específicas para mujeres en situación de violencia, enfocadas en brindarles herramientas para reinsertarse en el mercado laboral o emprender por su cuenta.
Fundaciones como Integra, Mujeres en Red, o universidades con perspectiva de género han lanzado convocatorias para cursos en oficios, tecnología, atención al cliente, diseño gráfico, y más. Estas formaciones muchas veces están acompañadas de servicios de guardería gratuita y apoyo psicológico.
“No sabía ni por dónde empezar”, cuenta Rocío, quien sufría violencia económica y accedió a una beca de formación en informática luego de salir de un refugio. “Ahora trabajo desde casa, puedo sostener a mis hijos y tengo un proyecto de vida propio”.
Romper el ciclo es una responsabilidad colectiva
Romper con la violencia económica no es solo una cuestión individual: requiere del compromiso de toda la sociedad. Las políticas públicas, el acceso real a servicios financieros, la promoción de empleo con enfoque de género y la sensibilización social son claves para construir un entorno donde las mujeres puedan ser económicamente libres.
La independencia económica no es solo un objetivo; es una herramienta de supervivencia, de dignidad y de transformación profunda. Cuando una mujer logra controlar sus finanzas, decidir sobre su tiempo y sostenerse por sí misma, deja de ser víctima para convertirse en protagonista de su historia.
Y eso, en un mundo que aún arrastra profundas desigualdades, es una forma poderosa de revolución. Acabar con la violencia económica es seguir con la lucha feminista y con el empoderamiento de la mujer.
Fuente: https://www.gndiario.com/