En un mundo cada vez más consciente del impacto ambiental, surge una pregunta incómoda: ¿es compatible el turismo con la sostenibilidad? ¿Debemos renunciar a nuestras vacaciones soñadas para cuidar el planeta? La respuesta no es un sí rotundo, pero tampoco un no despreocupado. La clave está en cómo viajamos. El turismo es responsable de cerca del 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según un estudio publicado en Nature Climate Change. Esta cifra incluye tanto las emisiones directas —como las del transporte— como las indirectas, derivadas del alojamiento, la alimentación o las actividades recreativas. Se calcula que un turista internacional genera entre 0,5 y 2 toneladas de CO₂ por viaje, dependiendo del destino, el medio de transporte y el tipo de alojamiento elegido. Entre todos los factores, el transporte es el que más contribuye a esta huella. La aviación representa el 75% de las emisiones del sector
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