Más allá de la espiritualidad, el voluntariado en iglesias, mezquitas, sinagogas y centros de fe desempeña un papel esencial en la asistencia a colectivos vulnerables. Para que estas acciones tengan un impacto duradero, se necesita legalidad, organización y profesionalismo.El voluntariado es el alma que impulsa las comunidades religiosas, sea cual sea su credo.
En iglesias cristianas, mezquitas musulmanas, sinagogas judías, centros espirituales o terreiros afrobrasileños, miles de personas dedican su tiempo y esfuerzo a sostener actividades solidarias, culturales y espirituales que encarnan valores universales como la compasión, la hospitalidad y el amor al prójimo.
Desde la organización de eventos benéficos y distribución de alimentos hasta el acompañamiento emocional de personas en situación de vulnerabilidad, estas acciones muestran cómo la fe puede convertirse en una fuerza concreta de transformación social. Durante la pandemia, por ejemplo, estas redes se convirtieron en salvavidas para quienes enfrentaban hambre, soledad o incertidumbre.
Sin embargo, para que este impacto sea sostenible y eficaz, es fundamental que las instituciones religiosas estén legalmente constituidas y cuenten con una gestión profesional del voluntariado. En países como Brasil, la Ley de Voluntariado (N.º 9.608/1998) establece marcos jurídicos que protegen tanto a las instituciones como a quienes colaboran, evitando malentendidos con relaciones laborales formales y facilitando el acceso a recursos públicos o convenios con ONG.
Una gestión eficiente comienza con la definición clara de roles, la formación adecuada para tareas específicas (como el cuidado infantil o el acompañamiento a personas mayores), y el reconocimiento del esfuerzo mediante agradecimientos públicos o eventos. La figura de un coordinador especializado es clave para organizar, detectar necesidades y resolver conflictos.
Cuando las iglesias y centros religiosos están legalizados y bien gestionados, el impacto del voluntariado se multiplica: se amplía el alcance de las acciones, los voluntarios se sienten más valorados y la comunidad fortalece su confianza en la institución. Ejemplos de asociaciones exitosas con gobiernos y ONG en momentos de crisis lo demuestran.
El voluntariado religioso, cuando se combina con profesionalismo y estructura, es mucho más que ayuda ocasional: es una fuerza transformadora que une espiritualidad y acción, tradición y modernidad, fe y compromiso social.
Fuente: https://diarioresponsable.com/