El poder invisible del voluntariado, una fuerza que transforma

En un mundo marcado por crisis sucesivas y desigualdades persistentes, el voluntariado emerge como una respuesta silenciosa pero esencial. A las puertas del Año Internacional del Voluntariado para el Desarrollo Sostenible (2026), es momento de devolverle la visibilidad y el reconocimiento que merece.

Hay temas que nunca pasan de moda, y uno de ellos es el voluntariado. En cualquier contexto —político, económico o social— el voluntariado sigue siendo actual. Es, en esencia, una respuesta profundamente humana ante necesidades que no cesan.

¿Por qué? Porque toda organización social, todo movimiento solidario, nace de un gesto voluntario. Son los voluntarios quienes aparecen en las grandes tragedias, en las emergencias, en los vacíos que el Estado no puede llenar. Lo vimos durante la pandemia: miles de personas se movilizaron para coser mascarillas, repartir alimentos, acompañar a los mayores o cuidar a los más vulnerables. El voluntariado es el primero en llegar y, muchas veces, el último en irse.

Y ahora tenemos una razón más para volver a poner el tema en el centro: 2026 ha sido declarado Año Internacional del Voluntariado para el Desarrollo Sostenible. Una oportunidad única para dar visibilidad a esta causa, reavivar el debate, inspirar políticas públicas y fortalecer redes de solidaridad. Tal vez no con el mismo impacto que en 2001, cuando el voluntariado alcanzó proyección global, pero sí con el potencial de renovar su fuerza transformadora.

Sin embargo, hay algo que me preocupa: en Brasil y en gran parte de América Latina, el voluntariado sigue siendo invisible. No se habla de él en las escuelas, en las universidades, ni en las conversaciones cotidianas. Incluso en espacios de organizaciones sociales, el tema rara vez ocupa un lugar central. ¿Cómo podemos esperar una cultura del voluntariado si no se enseña, no se discute y no se vive?

El voluntariado no es solo una acción puntual, es una manera de estar en el mundo. Es ciudadanía activa, empatía y corresponsabilidad. Y debería formar parte de la educación desde edades tempranas, como parte del aprendizaje vital. Necesitamos hablar de voluntariado con niños, jóvenes, docentes, directivos y líderes comunitarios; incluirlo en los planes de estudio, en campañas, en los relatos que moldean nuestro imaginario colectivo.

Por eso, hago aquí un compromiso público —quizás un poco loco—: integrar el voluntariado en mi vida diaria, en mi discurso y en mi práctica. No espero que todos hagan lo mismo, pero sí creo que cada uno debería asumir su parte de responsabilidad. El mundo necesita personas “locas” en el mejor sentido: aquellas que creen, con convicción y responsabilidad, que pueden marcar la diferencia. Son ellas las que mueven el mundo.

Sé que no podré hacerlo sola, pero tampoco puedo esperar a que otros lo hagan por mí. Juntos podemos mucho, pero cada persona tiene que poner de su parte para que el voluntariado ocupe el espacio que merece. Y eso empieza por pequeñas acciones: hablar del tema, valorar a quienes lo practican, difundir buenas experiencias, promover la participación y abrir espacios para quienes quieren contribuir.

Después de este arrebato apasionado, te dejo una pregunta: ¿qué lugar ocupa el voluntariado en tu vida? Y, más aún, ¿qué lugar podría ocupar? Tal vez el próximo año sea el momento de descubrirlo. El voluntariado es una fuerza silenciosa pero poderosa. Está en nuestras manos hacerla brillar, inspirar y contagiar. Que 2026 no sea solo un año conmemorativo, sino el punto de partida de una nueva cultura de participación, solidaridad y compromiso colectivo.

Fuente: https://diarioresponsable.com/

Agenda

noviembre, 2025

Filtrar eventos

No hay eventos

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies
X