Durante la última década, la conversación sobre sostenibilidad ha ganado terreno, y el reciclaje se ha consolidado como una práctica cada vez más común tanto en hogares como en industrias. Sin embargo, los datos del nuevo Informe sobre la Brecha de Circularidad revelan una paradoja: mientras reciclamos más, la economía global se aleja de la verdadera circularidad, de acuerdo con edie.
La raíz del problema radica en un modelo de producción y consumo que sigue creciendo sin límites. Aunque se han reciclado más de 200 millones de toneladas adicionales de materiales desde 2018, el consumo global de materiales aumentó aún más, diluyendo cualquier avance. Es momento de repensar qué entendemos por economía circular y por qué no basta con reciclar.
Un crecimiento que eclipsa el progreso
A pesar de los avances en la recuperación de materiales, el consumo total de recursos pasó de 100,000 millones de toneladas en 2018 a 106,000 millones en 2021. Este incremento neto neutraliza cualquier mejora en reciclaje, demostrando que no estamos resolviendo el problema de fondo.
La economía circular, en su concepción integral, no puede sostenerse si la extracción de materiales sigue en ascenso. El verdadero desafío es desacoplar el desarrollo económico del uso intensivo de recursos vírgenes. La circularidad exige, por tanto, repensar no solo lo que desechamos, sino cuánto consumimos desde el inicio.
Además, menos del 7% de los materiales usados en la economía mundial en 2021 provinieron de fuentes recicladas, una cifra que refleja el estancamiento en la transformación del modelo lineal. El reciclaje sin reducción de consumo es un espejismo de progreso.
El sesgo industrial del reciclaje
Buena parte de los materiales reciclados provienen de sectores como la construcción, demolición y la industria pesada. Esto se debe, en parte, a que los flujos de residuos industriales son más fácilmente identificables y homogéneos, lo que facilita su valorización.
En contraste, los residuos domésticos —altamente diversos y más difíciles de recolectar eficientemente— siguen representando una fuente de bajo aprovechamiento. El diseño de productos de consumo diario rara vez contempla criterios de desensamblaje o reparación, lo cual complica aún más su reciclaje.
Para avanzar hacia una economía circular, es indispensable implementar regulaciones de ecodiseño que aseguren productos más duraderos, reparables y reciclables desde su concepción. La circularidad empieza con las decisiones de diseño.
Reciclar más no basta: urge un cambio estructural
El informe estima que, aun si recicláramos todo el material técnicamente reciclable sin reducir el consumo, apenas podríamos elevar la tasa de circularidad al 25%. Esto deja en evidencia que el reciclaje, por sí solo, es insuficiente para lograr una economía circular.
Algunos materiales son simplemente imposibles de reciclar con las tecnologías actuales, o bien, su reciclaje resulta económicamente inviable. Por ello, el cambio estructural debe incluir inversiones en I+D, incentivos a modelos de negocio circulares y políticas públicas que transformen la manera en que diseñamos, producimos y consumimos.
La directora ejecutiva de Circle Economy lo resume claramente: «No podemos resolver la triple crisis planetaria simplemente reciclando». Esto requiere decisiones valientes y sistémicas que prioricen la eficiencia de recursos, la innovación y la corresponsabilidad.
Regulación y liderazgo empresarial: claves para avanzar
Más allá del reciclaje, la economía circular necesita normativas que impulsen la eficiencia de recursos y modelos regenerativos. Ya existen ejemplos como la Directiva de la UE sobre el Derecho a la Reparación, que busca extender la vida útil de los productos.
Al mismo tiempo, algunas empresas están adoptando voluntariamente estrategias circulares, conscientes de sus beneficios económicos y reputacionales. Incorporar residuos como insumos, fidelizar a los consumidores mediante servicios de reparación, o diseñar productos modulares son prácticas cada vez más comunes en empresas con visión de largo plazo.
Sin embargo, para que este liderazgo no quede aislado, se requieren marcos regulatorios que igualen las condiciones y aceleren la transición. La economía circular debe dejar de ser una ventaja competitiva para convertirse en una norma de mercado.
Hacia un acuerdo global y multisectorial
El informe propone objetivos globales en materia de economía circular, incluyendo el tratado que actualmente negocia la ONU sobre la contaminación plástica. Estas negociaciones reflejan una creciente conciencia sobre la necesidad de soluciones coordinadas y a gran escala.
Pero el éxito de estas iniciativas dependerá del apoyo decidido de los gobiernos nacionales, quienes deben crear condiciones propicias a través de estándares, subsidios e incentivos fiscales. Sin estas herramientas, los modelos de negocio circulares seguirán siendo opciones de nicho.
Asimismo, se hace un llamado a involucrar al sector privado y a expertos locales en el diseño de políticas. La economía circular no será posible sin una gobernanza participativa, que combine innovación, conocimiento técnico y compromiso político.
La economía circular es mucho más que una estrategia de reciclaje; es una transformación profunda de nuestro sistema económico. Reciclar más es positivo, pero no soluciona un modelo que sigue basado en la extracción y el descarte.
Para revertir la tendencia actual, debemos apostar por una visión integral que contemple diseño sostenible, consumo responsable, innovación tecnológica y políticas públicas ambiciosas. Solo así lograremos cerrar verdaderamente el círculo.
El camino es desafiante, pero también es una oportunidad única para construir economías resilientes, inclusivas y compatibles con los límites planetarios.
Fuente: https://www.expoknews.com/