No se sabe con exactitud cuántas personas son víctimas de la explotación sexual, pero sí que mínimo el 90% son mujeres y niñas. Amelia Tiganus fue una de ellas y ahora es una de las caras más visibles por la abolición de la prostitución. Las asociaciones estiman que su historia y sufrimiento es el mismo que padecen cientos de miles en nuestro país y, como ella denuncia, parece que a nadie le importa.
Fabricar a la víctima
Los informes internacionales no dudan en asegurar que los traficantes de personas se aprovechan de los traumas y las necesidades económicas de las víctimas. Tiganus nació en 1984 en Rumanía, en una familia de clase obrera. Con solo 7 años, su tío comienzó a abusar sexualmente de ella y a los 13 fue víctima de una violación múltiple. Relata que a partir de ese momento su vida se convirtió en un infierno por la marginalización de su propio entorno y la sociedad en general.
Con 18 años la vendieron por 300 euros a un proxeneta español y durante un lustro fue explotada en más de 40 prostíbulos de nuestro país. “Estamos hablando de un sistema prostitucional donde no todas somos prostituidas, pero todas somos prostituibles”, sentencia Tiganus.
spaña es el país de Europa con mayor demanda de prostitución y tercero del mundo después de Tailandia y Puerto Rico. Solo en 2020, 35 hombres y 27 mujeres fueron enjuiciados por tráfico de seres humanos.
A ella los proxenetas le aseguraron que, en 2 años, “si era lista y aprovechaba mi juventud y belleza” iba a poder saldar su deuda y comenzar una nueva vida. Nos explica: “Jugaron, no solo con mi situación de vulnerabilidad y desesperación, sino también con mis sueños”
El brazo ejecutor
La prostitución es considerada la esclavitud del siglo XXI. Tal y como explica Tiganus en su libro La revuelta de las putas, los traficantes utilizan principalmente el chantaje y la manipulación como armas para retener y explotar a las prostitutas. Pero nada de este sistema se sostendría sin aquellos que financian al crimen organizado. “Quien utiliza a una mujer en situación de vulnerabilidad como instrumento para eyacular, ataca la dignidad de todas las mujeres”, sentencia Tiganus.
Según la ONU, cuatro de cada diez hombres reconocen que han pagado por sexo en España. Se ha intentado en varias ocasiones elaborar el perfil del putero, pero no es posible ya que consumen prostitución hombres de todas las edades, ideologías y segmentos sociales.
Saben que mantienen relaciones sexuales con una mujer que no quiere sexo, pero necesita dinero. Para muchas feministas, incluida la propia Tiganus, acostarse con una mujer que no desea ese acercamiento: “Al margen de la prostitución, a esto se le llama violación y agresión sexual”.
El porno
Los niños ven pornografía por primera vez a los 12 años y el 68,2% de forma frecuente. Las autoridades alertan de que los consumidores de prostitución son cada vez más jóvenes. Para esta escritora y activista, la agresividad y denigración hacia las mujeres en el porno, responde a una estrategia del crimen organizado para convertir a los chicos en puteros. “Utilizan la pornografía para desconectarles de su capacidad innata de sentir compasión”, denuncia.
Defiende que los hombres no son malos por naturaleza, sino que es la cultura y lo social lo que convierte a “nuestros niños” en algo dañino para las mujeres.
Hipersexualización de las niñas
“Estamos fabricando putas a escala industrial a través de internet y las redes sociales”, dice sin rodeos. Su visión es que se están aprovechando de necesidad humana de las niñas de ser vistas y reconocidas: “Están totalmente bombardeadas por mensajes que les transmiten que la cosificación y la mercantilización (de sus cuerpos) es el único camino para tener éxito”.
Un bombardeo que pasaría por blanquear, a través de plataformas como Tiktok o Instagram, la idea de convertirse en una Sugar Baby.
Opina que en nombre de la libertad y el consentimiento se están perdiendo derechos a pasos agigantados: “Han encontrado la manera perfecta de aniquilar todos los logros feministas y, sobre todo, el proyecto de vida de muchísimas mujeres jóvenes”.
Un trabajo como otro cualquiera
Tiganus es fundadora de Emargi, asociación que busca el fin de la explotación sexual y reproductiva de las mujeres. Su postura abolicionista es resultado de su experiencia personal y del estudio a nivel social y psicológico del impacto de la prostitución en sus víctimas.
Muchas veces le ha tocado escuchar que ser prostituta es igual de desagradable que limpiar un edificio o cuidar de ancianos. Se lamenta de que en nuestras sociedades denigremos trabajos que son “tan importantes” pero es tajante al respecto: “No es lo mismo pasar la fregona que ser la fregona”.
Asegura que considerar la prostitución como un trabajo puede influir en la vida de todas nosotras porque “desde luego no queremos que nos llamen del INEM ofreciéndonos un trabajo en un puticlub o en un piso”.
‘La revuelta de las putas’
La autora narra en su libro su historia personal y defiende un mundo sin prostitución. Nos explica que a la hora de escribirlo ha tenido en mente a esas personas que trabajan muchas horas al día para sacar a su familia adelante y que no quieren leer un libro de filosofía o ciencias sociales al llegar a casa.
“Lo he hecho pensando en mi gente, en la necesidad de ponernos de pie y entender que somos nosotras, las mujeres y niñas de la clase obrera, las que vamos a acabar arrojadas a servir sexualmente a todos los hombres”, nos comenta.
La primera ley contra la trata contemplará penas de cárcel para los puteros. Tiganus es de la opinión de que la ley educa. Quiere que esta sea lo más contundente posible porque, aunque ya no se pueda reparar a millones de víctimas, se debe prevenir y cuidar a nuestras niñas y niños. No solo por una sociedad más igualitaria, sino porque la prostitución es una de las principales causas de feminicidios en nuestro país.
Fuente: https://www.rtve.es/